lunes, 14 de noviembre de 2011

Siempre nos quedará Paris

Con esta frase se despedía Humphrey Bogart de Ingrid Bergman en la mítica y antigua “Casablanca” después de recordarnos a lo largo de la película lo felices que habían sido en la ciudad de luz en el pasado.



Opera
Paris es un mito por si sola y junto a Nueva York, Londres o Roma, son capitales clave en el mundo, hay que conocerlas a lo largo de la vida aunque solo sea para forjarte una opinión propia sobre ellas ya que la publicidad que se nos ha hecho a través de películas, series o reportajes en revistas, las envuelve en un halo de “divinidad” que no siempre se ajusta a la realidad mas cotidiana.

Notre Dame
He visitado la capital francesa en dos ocasiones, la primera vez fue en un mes de agosto de hace ya algunos años. Era el primer viaje al extranjero que hacía y me deje aconsejar por la, supuestamente experta, agente de viajes que nos envió a mi hermano y a mi a un hotel a tomar por c… del centro en un barrio no muy atractivo precisamente. La primera impresión no fue nada buena. Desde entonces nunca he vuelto a seguir consejos en este sentido, y desde que existe internet, mucho menos.

Puente de Alexandre III
Como íbamos de pardillos hicimos algo que tampoco he vuelto a hacer, las prescindibles excursiones panorámicas de la ciudad donde te enseñan ¿todo? en el menor tiempo posible. Conclusión, en postales Paris se ve mucho mejor y es menos cansado. En aquel viaje también descubrí que lo de la ciudad de las luces es otra de esas mentiras que te venden, me pareció una ciudad de lo mas triste de noche con edificios poco o mal iluminados salvo la excepción que supone la torre Eiffel, símbolo de la ciudad mal que les pese a ellos mismos.



Otro mito es eso de que es la ciudad del amor, a ver, si vas enamorado, te da igual Paris que Teruel. Mi segundo viaje fue hace 4 años, iba con pareja, enamorado y no la vi con ninguna luz especial. Pasamos un frio horroroso, se nos ocurrió ir en pleno mes de diciembre prenavideño y algo influiría el ir abrigado hasta los ojos con dos pantalones, dos pares de calcetines, camiseta de thermolactyl bajo el jersey y el abrigo que no te lo quitas ni para entrar a mear en los famosos bistró para que el romanticismo no hiciese acto de presencia en todo el viaje.

En este segundo viaje es verdad que la ciudad me gustó mas, pateamos algunos de sus barrios, unos por conocidos como Montmartre, y esas calles con aire de pueblo en pleno centro que guardan el mayor encanto de la ciudad a pesar de los cientos de turistas y de las consabidas tiendas de suvenir que lo llenan todo cuanto mas cerca estas de la basílica del Sagrado Corazón. Y otros por desconocimiento, simplemente descubriéndolos de una manera casual y como a mi me gusta, perdiéndote para después, preguntando o a través de un mapa, encontrarte. Eso hicimos, con la cámara al hombro una mañana con ganas de subir a la torre Eiffel. Desde el hotel, cerca de Saint Honoré nos dirigimos, primero por una ruta mas ortodoxa, por la plaza de la Concordia (inmenso llano cruzado por coches por todos sitios donde no se sabe cual es el espacio para los automóviles y cual el de los peatones) pasamos el rio por el puente de Alexandre III, uno de los mas bonitos que cruzan el Sena, hacia los Inválidos (donde se encuentra la tumba de Napoleón entre otros), pero al ver que todo era muy previsible decidimos meternos por la rue Saint Dominique de la que no se habla en ninguna guía turística pero que te ayuda a adivinar como viven los parisinos en su día a día corriente, te sorprende como todos los establecimientos guardan una estética exterior que hacen que nada pierda su encanto. Al fondo, perenne, la torre de hierro mas famosa del mundo, como vigilando que todo siga igual que hace mas de un siglo cuando se construyó para la exposición universal de 1889.

Torre Eiffel
Tras casi una hora de cola en la que mi pareja y yo nos turnábamos para movernos y así entrar en calor, y hacer alguna que otra foto, subimos a la torre. Esto si que es imprescindible por muy de guiri que sea, las vistas son impresionantes, casi mejor desde la primera y segunda planta que desde la última, donde todo se ve demasiado pequeño. Tener una ciudad, sea la que sea, a tus pies, siempre te da cierta sensación extraña, te hace ver lo frágil que es todo, un terremoto, un huracán o incluso una guerra puede destruir lo que ves en minutos.

Moulin Rouge
Otras vistas hay desde la escalinata del Sacre Coeur, esta gratis y sin colas además de acompañado de algún músico callejero que te lo hace mas ameno. Desde allí arriba merece la pena también perderse callejeando hasta ir a dar con el Moulin Rouge, en el Pigalle, visitando su pequeña tienda museo en la Rue Lepic donde se muestran restos de sus espectáculos, trajes, fotos, objetos… curioso. Bastante mas modesto que el gigantesco Louvre, imposible de visitar cuando vas solo para dos días.

Barrio Latino
El barrio Latino es otro de esos puntos por donde hay que pasar, lleno de restaurantes y de vida, es acogedor. En mi primera visita y tras una de esas excursiones odiosas, esta en Bateau Mouche por el rio Sena, para mi sin ningún interés ni encanto, toda la gente que íbamos y ante la perspectiva de llevarnos al hotel de las afueras a media tarde, decidimos en consenso pedir que nos dejasen allí para regresar por nuestra cuenta en metro a la hora que nos apeteciese. Así fue y tras recorrer las calles, cenar en un pequeño restaurante quedamos todos en el metro de Saint Michel, muchas risas, fotos del grupo en el anden, un cuadro entre tanto estirado parisino. Llegada al destino y mas de 15 minutos de caminata por un barrio que me rio yo del puente de Vallecas.

Arco del Triunfo
Visita obligada merecen los Campos Elíseos, uno de los centros de la ciudad, por que hay muchos, su avenida mas emblemáticas a nivel internacional, esa que vemos en la final del Tour de Francia con los arboles cortados para parecer un muro y el Arco del Triunfo al fondo. Tiendas de todo tipo y para todos los bolsillos. Casi llegando a la plaza de la Concordia se encuentra la Av. de la Montaigne, conocida por ser la sede de todas las marcas de alta costura míticas como Chanel, Dior o Valentino, aquí el bolsillo se te queda pequeño, lugar de compras solo para unos privilegiados y si no eres uno de ellos siempre te puedes conformar mirando sus escaparates, hay vestidos que son autenticas obras de arte. Si seguimos esta calle hasta el final, nos toparemos de bruces con el Pont d’Alma, donde la malograda Lady Di perdió su vida en un accidente de tráfico. Justo allí se encuentra una réplica de la llama de la Estatua de la Libertad Neoyorkina, lugar escogido por los admiradores de la princesa, para dejar flores, velas, escritos, etc. en su recuerdo.



Galeries Lafayette
Otros lugares para recordar: la place Vendóme en Navidad, parece mentira que un sitio conocido por todo el lujo que te puedas imaginar y que tenga una iluminación navideña de lo mas cutre, por cierto, a mi la plaza me pareció un inmenso parking cruzado por una carretera (aquí como en la plaza de la Concordia recordé a Gallardón, que haría milagros con unos espacios tan enormes y tan mal aprovechados). La cercana calle de Saint Honoré, esta si con mucho encanto y con tiendas para ir cargadito de dinero. Las galerías Lafayette del boulevard Haussmann, grandes almacenes con una plaza interior preciosa y con precios para todos los bolsillos. La vista de la torre Eiffel desde el Trocadero, lo mas bonito de la noche parisina. La inmensa plaza del Louvre con la pirámide de cristal en medio, aunque aquí lo mejor está dentro, lástima que haya ido con tan poco tiempo, asignatura pendiente.

Centro Pompidou
El pequeño barrio gay que me sorprendió precisamente por que casi pasa desapercibido, está por la zona del Hótel de Ville, ayuntamiento de la ciudad, y supimos donde era por que nos informamos previamente, hasta en esto son raros los parisinos. Relativamente cerca está el centro Pompidou, sorprendente por su arriesgada arquitectura en la zona que se ubica. Siempre pienso que esto así como la pirámide del Louvre aquí en Madrid sería inviable sino recordad la que se montó cuando la ampliación del Prado donde se pretendía hacer una especie de rampa de cristal, casi se inicia una guerra en el barrio… pero eso es otra historia. Y lo mejor, la cena de la primera noche en el restaurant La Sourdiére en la calle del mismo nombre, un sitio con un encanto especial de esos que te encuentras sin buscar con un personal de lo mas agradable.

Entrada al metro (Art Decó)
Es curioso pero de los dos viajes recuerdo el frío, en diciembre es inevitable y muy predecible pero en agosto choca bastante. Sales de Madrid a casi 40º y llegas a la capital de Francia y lo primero que haces es ir corriendo a comprarte una sudadera de urgencia, y el pantalón largo que llevas por si refresca, no te lo quitas en todo el viaje.

En Paris como en Nueva York, las dos ciudades que conozco de las cuatro que mencione al principio, me faltó esa magia que te da el cine, oír un acordeón de fondo, ver a Meg Ryan perseguida por un Kevin Klein de lo mas tópico que se ha visto en el cine y sin embargo adorable. O a Carrie Bradshaw/Sarah Jessica Parker paseando con unos Louboutin estupendos, de esos que nadie se pondría para hacer turismo, solo ella.

Evidentemente no vi a Picasso ni a Monet o Cezanne tomando un café en la place du Tertre. Ni escuche a Edith Piaf en ningún sitio. Y por supuesto tampoco coincidí con Catherine Deneuve en el metro. Ni tantas y tantas cosas que aunque sabes que no van a pasar sin embargo tienes la esperanza que ocurran, es como jugar a la lotería.



Aún así es una ciudad con mucho encanto y que a pesar de que quizás no es lo que esperas puedes tener momentos inolvidables. Hay que ir con la mente lo mas despejada posible y con ganas de ver y disfrutar, recomendable ir enamorado mas que nada por que con amor las penas son mas pasajeras, y eso si, mejor en primavera-verano. Y esto es aplicable para cualquier viaje. Y sino, siempre nos quedará… Madrid.










2 comentarios:

Nacho dijo...

Joder xaval, me ha dado frio solo recordarlo, pero merecio la pena ¿no?

Chema Rodriguez dijo...

Pues claro que mereció la pena, a pesar de tus quejas continuas sobre el frío y el sueñecito eterno que te marcaste la segunda noche dejándome solo por esas calles heladas. Ahora que siempre mejor pensar en los que quedan por venir y de aquí a nada solo nos quedará Munich.