domingo, 30 de enero de 2011

Vidas ejemplares, vidas simples

Desde pequeño gracias a la lectura, al cine o a la televisión vamos teniendo una serie de personas o personajes como referencia a los que idolatramos u odiamos depende de la ocasión o la edad. De niño me entusiasmaban los comics, mis primeros héroes fueron Superman, El capitán Trueno y hasta Mortadelo y Filemón entre otros muchos. A medida que me hice mayor mi amor por el cine fue forjando la admiración por estrellas, casi siempre, del lejano firmamento Hollywoodiense. Las biografías de estas eran apasionantes y estaban cargadas de dramas, multitud de matrimonios y lujo por doquier como si de un folletín se tratase. No se si todo aquello era real o mucho inventando por los grandes estudios que así engordaban, de alguna manera, la popularidad de sus mitos. En mis años de juventud seguí leyendo comics aunque con menos intensidad, del bueno y blanco Superman pase al mas oscuro y misterioso Batman, que aunque luchaba por la justicia igual, tenía ese punto de misterio en su personalidad que lo hacía mas atractivo, ni que decir de su amistad con Robin que ha dado para mas de un comentario malicioso y cargado de mucho morbo…

Es mas fácil admirar una fantasía que alguien de carne y hueso. La realidad tiene muchas pegas, muchas imperfecciones que hace que te lleves muchos palos, de ahí que “reinventasen” las biografías de los actores de la época dorada de Hollywood. Hoy no existe el Star sistem tal y como se concibió en aquella época. Conocemos mas sus vidas reales y nos damos cuenta que son mas cercanos de lo que parece y eso resta el proceso que lleva a la mitificación. A Elizabeth Taylor nunca te la imaginarias en aquella época recién levantada sin maquillar ni peinar y sentada en el wáter de su casa. a Scarlett Johansson, si. La biografía de la Taylor tiene todo lo que un buen culebrón debe tener y quizás por eso esta rodeada de un halo que la Johansson nunca llegará a tener. Y que conste que son solo dos ejemplos.

Con los años te das cuenta de a quien debes admirar y también de quien tienes algo que aprender, una vez que pones los pies en la tierra y miras a tu alrededor compruebas que aquellos de los que casi reniegas durante la adolescencia y primera etapa de la juventud, tus padres, son los que mas te han enseñado y los que de alguna manera han forjado tu forma de ser para sobrellevar la dura y a veces cruel madurez.

Lástima que no siempre es así, tampoco todo el mundo que vas conociendo a lo largo de tu vida te aporta todo lo bueno que deberían, son solo unos pocos los que te dan cariño, sabiduría y bienestar, otros solo te pueden dar buenos ratos, que tampoco esta mal y luego quedan unos cuantos, que son los que te dan malas vibraciones y mal rollo y te generan lo peor que el ser humano lleva dentro, el odio.

Alguien te puede caer mal pero solo le odias si te ha hecho daño. Con el tiempo he conseguido transformar a mis “odiados” en personajillos casi ficticios, de los que puedo reírme sin llegar a ser muy cruel. De esta manera el odio que me inspiran lo convierto en una especie de trama o de guión de telenovela venezolana que vista desde dentro resulta bastante mas divertida.

Probad a hacer lo mismo, convertid a todo aquel que tenéis al lado y no aguantáis en una mala de culebrón sudaca, pintadla los ojos con esos rabacos característicos, vestidla de ropa chillona y luego me contáis que tal la experiencia.

Con lo fácil que es admirar a todas esas personas que han hecho algo por mejorar la sociedad o que tenemos alrededor y pretenden hacernos la vida mas fácil y lo empeñados que estamos en justo lo contrario, subir o bajar de los altares a ciertos cutres de vidas simples que no aportan nada y que encima se creen el ombligo del mundo. Para todos ellos un consejo, aprended de quien tenga algo que enseñar, quizás así veáis que hay algo mas allá de la punta de vuestra nariz. Que sepáis que tenéis mi mas cariñosísimo odio.

miércoles, 19 de enero de 2011

10 Recuerdos de New York


1 – La ciudad Gris. La primera vez que vi Nueva York fue desde el monovolumen que nos llevaba del aeropuerto de Newark al hotel. La bruma causada por la contaminación no impedía ver a lo lejos el skyline mas famoso del mundo, en los días siguientes lo vi desde otros lugares y quizás mas impresionante. Lo que mas recuerdo de los primeros minutos en América fue la entrada a la isla de Manhattan después de cruzar por uno de los túneles que atraviesa el rio Hudson, y encontrarme de batacazo en un barrio de casas sucias, muy sucias, todo marrón oscuro, triste. El mismo color que se veía desde la habitación en la planta once del hotel en la octava avenida. Decepción.



2 – El sonido de Broadway, el ruido de los coches, la música de un descapotable con un negraco impresionante cargado de oro, te vienen a la cabeza todos esos personajes de series y películas, el traficante de barrio chungo… Todo esto envuelto de la maravilla de luz y color que es Time Square con todos sus carteles de publicidad, un sitio que cambia de decorado prácticamente cada día. Entonces no había tantas pantallas como he visto que hay ahora. Impresiona. Te dan ganas de saltar, de ponerte a bailar, a cantar, y puedes hacerlo, a la gente parece importarle un pito.



3 – El dolor de cuello que te produce mirar tanto rascacielos desde las aceras de cemento llenas de chicles pegados. Te parece mentira que la capital de mundo tenga unas aceras tan cutres y, un poco menos que anecdótico, mobiliario urbano tan cutre como las aceras. Claro que de todo esto te das cuenta después de que te ha dado tortícolis de tanto mirar para arriba.

4 – La gente. Las mil nacionalidades que pueden convivir en una misma ciudad y, aparentemente, sin problemas. Judíos ortodoxos con sus enormes sombreros negros, sus tirabuzones mas negros aún y sus abrigos y trajes también negros, y en Junio, cuando el calor ya empieza a apretar. Las ejecutivas y sus impecables trajes a primera hora de la mañana saliendo del metro con sus zapatillas de deporte en los pies y los zapatos de tacón en la bolsa. Las negras con sus tocados y postizos a cual mas extravagante. Esa taquillera que como si de una maquina expendedora de billetes se tratase ni se inmutaba si no le pedías en perfecto inglés yanqui lo que querías y esa amable hispanoparlante con la tez palidísima de no haber visto un rayo de sol en su vida, que nos echó una mano. La ecuatoriana que nos atendió en el McDonald y se extrañaba que estuviésemos allí en vez de en Francia viendo el Mundial de Fútbol. Los policías, muchos de ellos inmensas moles de carne y grasa, que te preguntas como defenderán al ciudadano a no ser que se tiren encima de los delincuentes aplastándolos en el acto.

Los hindúes/pakistaníes dueños de la mayoría de “Delis” de la ciudad, especie de ultramarinos donde también puedes comprar comida para llevar, en uno de estos vimos un ratón, se lo dijimos al encargado y ni se inmuto. Brókers comiendo a mediodía por todos lados en el barrio financiero de Wall Street, en envase de plástico, sentados en cualquier sitio de mala manera, me dieron cierta lástima, tanto dinero, tanto poder y no pueden disfrutar de un momento de relax comiendo en condiciones en una terracita (que no existen en casi toda la ciudad), en esto si que les podíamos dar algunas lecciones. Cientos de personajes anónimos mas que darían para otro blog en exclusiva.

5 – El Empire State, el edificio mas emblemático de la ciudad, el mas fotografiado, el que mas hemos visto en películas. Fue como entrar en el decorado de una de esas pelis aunque confieso que sin el encanto que esperaba, me hizo falta encontrarme con Gary Grant o Meg Ryan o que sonase alguna música especial, pero claro, no ocurrió.

6 – Las Torres Gemelas, el inmenso cuadro de Miró que había en el vestíbulo de la entrada, el ascensor que subía las 107 plantas en poco mas de 50 segundos, los asquerosos espaguetis que me comí en el restaurante de la última planta, sentir el aire en el ático viendo la ciudad por un lado y la estatua de la libertad a lo lejos por el otro. Y sobre todo, a día de hoy, saber que nunca mas podré hacer eso. Siempre podré decir que yo estuve allí.

7 – Los transportes. En bus turístico, previsible, vale que se hace una panorámica de la ciudad hasta cierto punto imprescindible pero no acabo de cogerle el punto, las ciudades se conocen pateándolas y perdiéndose en ellas para luego encontrarse. En metro, obligado. En barco, excursión gratuita para hacer fotos a la estatua de la Libertad desde el mismo transbordador que cogía Melanie Griffith en “Armas de mujer” hacia a State Island, las mejores vista de la ciudad se tienen desde este barco. Y por último en limusina, muchas risas, nos pareció una horterada, pero es que de turista uno es hortera y vale todo, recordad, nadie os conoce.

8 – El barrio chino, de arquitectura similar al resto. Me esperaba el tópico, calles estrechas, enrevesadas y me encontré las mismas cuadriculas y los mismos edificios que en el resto de barrios de esa parte de la ciudad, eso si, tiendas cargadas de imitaciones, bolsos, relojes, etc. Mañana de compras de suvenir para la familia. Little Italy, Soho, Tribeca o Greenwich Village son otros de los barrios de esta zona pero los vi desde el bus turístico así que poco que contar.

9 – El olor, sobre todo el que sale por las trastiendas de los restaurantes, a aceite de soja quemada, confieso que le llegue a coger cierta manía. El inevitable a contaminación. El del desodorante de los neoyorkinos, lo siento pero todos me olían igual. El del gel del hotel. El de los perritos calientes en los puestos callejeros que no pude probar por culpa de una inoportuna gastroenteritis que me lleve desde España. El del asqueroso café de esos mismos puestos que te venden por litros.



10 – Los rincones inesperados, entrar en hoteles de lujo como el Plaza con un comedor central con cuarteto de violines incluido, pudientes desayunando y turistas alrededor haciendo fotos, creo que en nuestro Ritz no dejarían hacer eso. El Marriot Marquis en pleno Time Square, casi desapercibido desde fuera con tanto cartel y sin embargo un impresionante hall con una altura de 45 plantas y una torre central donde nueve ascensores suben y bajan a velocidad de vértigo, risas en el ascensor con grabación de video incluida y parada a mitad de la bajada para recoger dos pudientes de color altísimos y con semblante serio, se nos cortaron las risas de golpe. Un restaurante cerca de nuestro hotel de cuyo nombre no consigo acordarme, solo recuerdo que estaba en español así que entramos por curiosidad, lástima que el ambiente no nos diese mucha confianza y que el dueño, que era de Santander, nos ofreciese el mejor “Steak” de la ciudad en vez de un chuletón como Dios manda, tampoco.

Tiffani sin Audrey, y sin un triste donuts para desayunar (aún me pregunto por que no entramos). La tienda Disney de la quinta avenida y sobre todo la FAO Schwarz, la tienda de juguetes donde se rodó aquella escena de “Big” con Tom Hanks tocando el piano gigante. Comer desde el puerto, en la terraza de un restaurante y tener de escenario el puente de Brooklyn, me pareció un pequeño lujo aunque la comida consistiese en un sándwich de pollo con Coca Cola, esto es América. Cruzar el puente de Brooklyn para al otro lado contemplar otra de las vistas imprescindibles del skyline de la ciudad con el puente en primer planto y de noche. Lo que me costó hacer la foto de rigor, entonces no había cámaras digitales y el resultado era una incógnita hasta revelar el carrete.

De todo esto hace ya casi 13 años y aún tengo el olor a aceite de soja pegado a la nariz, y la música del descapotable en los oídos… New York hay que conocerlo, hay que ir aunque sea una vez en la vida.

Para ver las fotos ampliadas, solo tenéis que pulsar en cualquiera de ellas

martes, 11 de enero de 2011

Los otros… los que me caen mal

los otros
No le podemos caer bien a todo el mundo, intentar ser simpático ante cualquiera es agotador además de resultar falso e imposible. Quién no conoce a alguien que es tan increíblemente agradable y extrovertido que acaba cayéndote mal por pura inercia, nadie es perfecto y basta que quieras aparentarlo para que lo estropees. Siempre he pensado que ese tipo de gente en el fondo oculta una personalidad tan vacía que la única manera de que no se note es intentando gustar a toda costa.

La actitud mas que el físico, hace que con ciertas personas, casi siempre las mínimas, tengamos una empatía prácticamente desde el primer momento en que las conocemos. Pero esto no es una regla fija, hay amistades que se forjan con el tiempo, que en un primer momento no hubieses apostado un duro por ellas y después has ido viendo que merecen la pena. Nunca he creído en eso de que la primera impresión es la que cuenta, si fuese así solo tendríamos modelos como amigos, por que no nos engañemos, lo primero que vemos en cualquiera es la imagen y todos sabemos que no siempre va en relación con la personalidad que al fin y al cabo, a la larga, es lo que te queda e interesa.

Si me pongo a analizar a los que tengo alrededor, como los conocí, la trayectoria de la amistad o no que tengo con ellos y mi situación actual podría decir quienes no me han defraudado por que sabía que serían lo que hoy son, buenos amigos. Ellos y ellas saben quienes son.

Del resto, podría hacer dos grupos: Aquellos con los que, en la vida, me tomaré un café por que los he descartado definitivamente y el resto que ni siquiera me planteo analizarlos ya que ni yo he intentado acercarme ni he visto que por su parte tampoco lo hayan hecho, vamos que hay ignorancia mutua o mas llanamente, antipatía. También puede ser dejadez (no quiero ser muy malo)

Para todos aquellos que me conocéis, se que os habéis quedado con ganas de nombres propios, podía jugar a inventármelos y decir los motivos por lo que no les soporto, solo tendríais que adivinar a quien me refiero. ¿Os gustaría que sacase ese diablillo que llevo dentro?  Quien sabe, quizás mas adelante me anime y pasemos un rato divertido.

sábado, 8 de enero de 2011

Rebajas, rebajas.

Por fin se acabaron las fiestas. Es la frase que muchos diremos estos días, que alivio saber que ya terminaron las comidas, las cenas y el salir por salir cuando la mitad de las veces ni te apetece ni tienes ganas. Se empieza a desmontar el decorado navideño que se reparte por nuestras calles, las luces se apagan y todo irremediablemente vuelve a la mas aburrida, y deseada por otra parte, normalidad.

Como somos animales de costumbres, ahora tocan las rebajas y el ritual de patearte 1000 tiendas para encontrar… algo. Por que seamos sinceros, no nos hace falta nada pero el instinto llama y las tiendas echan ese polvillo en el aire acondicionado que nos atonta y nos obliga a volver una y otra vez hasta que conseguimos ese jersey o ese pantalón del que nos preguntamos como hemos podido vivir sin él. Después de una tarde de pegarte con mil asesinos en serie que desean la ansiada presa lo mismo que tu, de haber aguantado la cola para el vestuario, la cola para pagar y hasta la cola para estar en la cola, llegas a casa satisfecho por el deber cumplido, haber conseguido comprar un chollo en las rebajas.

Mucho me temo que este 2011 va a ser el año de las rebajas continuas, hoy por hoy somos un país de saldo. La manida crisis esta haciendo que vivamos continuamente de oferta y que nos apliquemos descuentos a nosotros mismos para conseguir eso que hace tiempo que no hacemos, ¿como se llamaba? ¡Ah si! ahorrar.

Como yo no soy economista, no tengo ni idea de como salir de esta situación pero mi opinión, muy personal, es que parece que hay una especie de complot por los poderosos de este país y de todos para que exista cierto pesimismo. Les viene bien una crisis de estas de vez en cuando para sanear sus cuentas, conseguir por parte de los gobiernos de turnos ayudas que pagamos todos, facilidades para el despido mas inmune y encima con la cara de ir de pobres victimas que están perdiendo mucho con esta situación. Vergüenza les tenía que dar haber tenido como representante de la CEOE a un señor que ha llevado a la quiebra a sus empresas y que en el momento de embargarle sus cuentas tenía en ella la increíble cantidad de 600 euros ¿alguien se lo cree? yo no.

Estos buitres consiguen de esta manera sus peculiares rebajas, en vez de un abrigo echaran a unos cuantos trabajadores, o cerraran empresas enteras como el anterior jefe de la manada, por su mala gestión. Eso si, la culpa será de la crisis. Lo dicho, de vergüenza.

La pena es que siempre pagamos los mismos.

Pero bueno, la vida sigue, me voy a duchar y me voy a ir de ritual, o sea, de compras que me hace falta… algo.