jueves, 6 de octubre de 2011

La vida en un tren (de cercanías)

Por circunstancias adversas aunque necesarias durante unos días he recuperado la costumbre, buena o mala, depende como o a que hora se mire, de coger el transporte público para ir a trabajar. No se como hay gente que le tiene tanta manía a esto de montar en tren o en metro, vale que una vez que te acostumbras al coche como que te cuesta pero que queréis que os diga, tiene cierto encanto (veo vuestras caras pensando “este tío esta loco”).

Durante la cantidad de años que lo utilizaba a diario la rutina pasaba por que a primera hora vieses la cara de zombis que llevan algunos y que lejos de dar miedo dan cierta pena, tanto que te dan ganas de acercarte y echarles una mantita por encima para que sigan durmiendo. Eso si, como en una coreografía perfectamente estudiada, todos los días éramos los mismos y a la misma hora los que cogíamos el mismo tren y nos sentábamos en el mismo sitio, y si había algún cambio enseguida nos mirábamos todos y nos dábamos cuenta que algo raro pasaba. Ves pasar la vida sin decir ni mu, podías controlar, por ejemplo, el embarazo de aquella morena que se sentaba junto a la puerta del segundo vagón y que el día que faltó ya sabías que había parido, que a los cuatro meses regresó y volvió a sentarse en el mismo sitio, y como la chica de origen ruso que se sentaba en el asiento de enfrente la miró y la sonrió, convencida que todo había salido bien a juzgar por la cara de la joven.

O como los que van a la universidad, en función de que vayan los apuntes te enteras de la carrera que están haciendo. Y no me digáis que no intentáis leerlos por que lo hacemos todos, no se si por curiosidad o por pasar el rato del alguna manera pero al final se convierte en costumbre. Es como una  especie de Gran Hermano donde todos sabemos de todos solo que no nos pagan por soltarlo en la tele ni se entera nadie mas que los que nos vemos día a día en el vagón. Una especie de familia donde la única norma es no hablarse nunca a no ser que sea para pedir permiso para pasar y poco mas. El día que ves a algún amigo casi que prefieres que no te vea porque con la charla que debes tener llena de tópicos y compromisos, rompes de tal manera ese fino hilo invisible que te une a tus compañeros de vagón que sientes como te miran molestos. Eso si, al día siguiente todo esta olvidado.

Y todo esto entre libro y libro, por que en el tren se lee mucho, me atrevería a decir que mas que en ningún sitio. Yo al menos es donde mejor leo, en casa no encuentro ni sitio ni tiempo. En este sentido he visto estos días que ha cambiado cierta manera de leer, hay mucho ebook o libro electrónico aunque también mucha tablet, los mp3 de casi han desaparecido, ahora que menos que un mp5 aunque el Smartphone barre, valen para todo. La gente no solo lee, también consulta internet, chatea y hasta ve películas. Y pensar que no hace tanto tener un walkman era lo mas.

La parte negativa son las horas puntas, por mi horario en la ida me libro pero a la vuelta no. Ahí todo el romanticismo se pierde entre tantas almas, demasiadas para tan poco sitio. El sutil y plácido ecosistema de las mañanas se rompe y pasa a ser otro donde todos somos animales a la caza de un sitio donde sentarse, un hueco donde apoyarte o al menos un trozo de barra donde sujetarte. Las miradas cómplices pasan a ser casi asesinas como te adelantes a alguien y le robes el sitio. Aquí la leyes de igualdad es donde se cumplen mas a rajatabla, tanto que la ministra estaría orgullosa. Todos somos iguales, no existen ni hombres, mujeres o niños, lo mismo da la edad, la salud o si estas embarazada, simplemente somos fieras. En cuanto se abren las puertas del tren notas el cambio, no ves personas, solo enemigos a aniquilar, analizas el espacio libre, la manera de ocuparlo, a quien hay que derribar para ello y las posibles victimas. No me extrañaría que en breve los móviles incluyesen alguna aplicación con el plano de los vagones y toda la información que te hace falta para este cometido. Tu vida se ha convertido en un videojuego, tu eres Terminator.

Durante años esta fue mi película, ahora solo van a ser unos pocos capítulos de una miniserie que me valen para recordar todo aquello aunque con ganas de recuperar mi coche y seguir espiando a otros zombis, los de la M40, comedores de mocos y casi que con peor mala leche y mucho mas peligrosos, llevan un arma mortal en sus manos.

Si alguna vez veis a la morena, no le digáis nada, romperíais el hilo.
cercanias

1 comentario:

Nachete dijo...

Pues a mi me vas a perdonar, pero por muy bonito que sea el tren, el metro y los putos inmigrantes que viajan en el, yo, que te quiero bien, y tu lo sabes, te deseo muchos viajes en tu coche, calentito, sin empujones y sin ese desagradable edor que desprenden demasiadas personas. Y todo esto porque TE QUIERO...